viernes, 9 de septiembre de 2011

La Ruta de la Seda: Bujara (I)



 

Bujara, una joya escondida


A medida que avanzamos en nuestro viaje por Uzbekistán los lugares que descubrimos son cada vez más valiosos. Ya conocemos los adjetivos que se han dedicado en la historia a la ciudad de Samarkanda. Pues ni uno menos ha recibido Bujara ó Bukhara. Es la santa, la noble, cima del Islam, pilar del Islam, la belleza del espíritu... Ha sido llamada la más secreta de las ciudades caravaneras, la mejor preservada ciudad del oriente, la ciudad más interesante del mundo... Ciudad más pequeña que Samarkanda, con poca industria y muy restaurada por la UNESCO, Bujara es una secreta joya escondida.


Toda la visita de Bujara te acerca al esplendor de lo que fue en otros tiempos. Personalmente he de decir que si bien Samarkanda me encantó, Bujara me impresionó. Es la ciudad de las Medersas, de las escuelas coránicas, una especie de ciudad – seminario levítica, que debió de estar en tiempos absolutamente repleta de profesores y estudiantes del Corán y... de mercaderes.

Casi en cada esquina aparece una medersa; unas cerradas, otras en restauración y solo una en activo; casi en cada esquina existe un Mercado ó un Caravansarai. Los Mercaderes de la Ruta se alojaban en estos Caravansarai, prácticamente los hoteles de aquella época, en donde tenían hospedaje, se custodiaban sus mercancías y se cuidaba de sus camellos; y casi por doquier están los “hauz “ó “reservoir “ó grandes albercas que surtían de agua a la población.

Las Medersas, todas clausuradas por los soviéticos, fueron en tiempos los grandes seminarios islámicos, ya que la ciudad se transformó en el siglo IX en uno de los mayores centros culturales del mundo musulmán, por lo cual se la conocía entonces como la cumbre del Islam. De ese siglo en adelante fueron surgiendo las mezquitas y minaretes, las medersas y todo tipo de arquitecturas destinadas al culto de Alá. Se dice que llegó a tener más de 200 medersas y una multitud de mercados.

Bujara, ciudad de Mercados


Uzbekistán es un país de Mercados, de los que pueden distinguirse claramente dos tipos:

- Mercados Clásicos.- los bazares, con “mares” de pequeñas cúpulas que cubren otro “mar” de calles interiores, plagadas de pequeñas tiendas especializadas en casi todo. Al estilo del Bazar de Estambul ó el de Damasco. 



- Mercados Modernos.- totalmente nuevos, cubiertos, blancos, limpísimos, solo “iluminados” por los colores de las vestimentas femeninas. Son los kolhozes donde cada cual ofrece los productos que cultiva o elabora. Vimos el de Samarkanda junto a la mezquita de Bibi Kanum y el de Bujara cerca del templo del Agua de Job.

 Una visita de Bujara


Un intenso día nos puso en contacto con Bujara. Según el excelente mapa de la Ruta de la Seda que acababa de comprar, Bujara conserva actualmente 21 medersas, 24 mezquitas, 5 mausoleos, 8 conjuntos monumentales, 4 bazares, 10 museos, 4 mercados kolhozes y algunos edificios descatalogados. Como ciudad Patrimonio de la Humanidad desde el año 1990, tiene unos 140 edificios monumentales protegidos por ley. ¡Demasiado para verlo todo en día y medio!
 
Tras aposentarnos y descansar un rato en el Bukhara Palace (un 4 estrellas al que le sobran dos cuando entras al cuarto de baño), hacia las 6 de la tarde fuimos al lugar donde íbamos a cenar: el conjunto Liabi-Hauz. Era el atardecer y el lugar era bonito y sorprendente; en el centro un hauz ó enorme estanque rodeado por tres medersas, unos jardines y un buen numero de caravansarais. El conjunto era muy curioso por los numerosos edificios del entorno, la hilera de tiendas con buenos productos artesanos y no muy caros; una curiosa hilera de esculturas de camellos descansando, un restaurante con grandes divanes de madera... y todo ello rodeando una alberca (el hauz) grande y profunda, con las aguas verdes de musgo y plantas en el fondo.

Sin duda era un lugar mágico, uno de los lugares mas originales y exóticos que había visto ¡Con razón prácticamente a todos los turistas los reúnen allí para comer, cenar y por supuesto comprar! Esa noche la cena se sirvió en el patio central de la medersa Nodir Divanbegi, mientras un desfile de moda uzbeka con fondo de música popular, amenizaba nuestro refrigerio. El patio era en realidad un mercado de artesanía donde destacaba la tienda de modas de una diseñadora rusa. Pero hasta el día siguiente, cuando regresamos para el almuerzo, no descubriríamos la realidad tanto comercial como monumental de Liabi-Hauz.

El Mausoleo de Ismail Samani




Esta impresionante tumba es el edificio más antiguo de Bujara, perfectamente conservado en su estado original gracias a la arena del desierto. La genial idea fue recubrirlo totalmente de arena hasta que “desapareciera“ a los ojos de los invasores y convertirla en una gran duna a las puertas del desierto. Así lo encontró el arqueólogo ruso Chichkina en 1934, bajo toneladas de tierra y arena que lo habían protegido del tiempo y de los hombres. Varias tumbas exteriores fueron convirtiendo el lugar en un cementerio sagrado llamado Parque Kirov, donde los habitantes de Bujara acompañan a sus muertos cada semana. Por eso mismo, hay una zona especial para que jueguen los niños; es decir un parque infantil similar a los nuestros pero dentro del camposanto.

El mausoleo, edificado en ladrillo natural de color arena, es un sobrio y sólido cubo de principios del siglo X, que lleva el nombre de su fundador – Ismail Samaní - , aunque contenga también los restos de su padre Akhmed y de varios descendientes de la dinastía Samánida. Este edificio representa el universo, con adornos de círculos solares y grandes contrafuertes, que asientan sus esquinas. Acostumbrados a la suntuosidad, colorido y decoración, tanto externa como interna, de los edificios de Samarkanda, este mausoleo no resalta demasiado en la lejanía. Visto de cerca es un encaje magnífico el que se ha hecho con simples ladrillos, y asombran los dibujos geométricos conseguidos con ellos.

La cúpula semiesférica es sencilla y más compleja en su interior con unas esquinas abocinadas – trompas- muy adelantadas para su época, con arcos en ángulo. Cabe recordar que estas trompas las usará el románico europeo a partir del siglo XII aproximadamente. Tiene cuatro fachadas idénticas de casi 11 metros de lado. El enladrillado geométrico se corona con una galería de 10 pequeñas ventanas (en cada lado) que dan luz y ventilación a la estancia.

Según la tradición, el cubo representa la Kaaba ó piedra sagrada de La Meca que simboliza la tierra y que está coronada por el universo ó cúpula, como imagen del cielo. Los muros tienen 2 metros de grosor y ha resistido terremotos sin inmutarse. Cambian de tonalidad según la hora del día y se aconseja verlo al comienzo o al final de la jornada de visita. Nosotros lo vimos temprano por la mañana y tenía un tono dorado suave; el atardecer el conjunto se contagia de los tonos rojizos del crepúsculo. Dejando atrás el mausoleo y los jardines del parque Kirov, se alcanza una amplia plaza donde aguardan tres sorpresas.



El Mausoleo de Tchachimaï Ayyub o Fuente de Job



 
Su nombre deriva del profeta Job quien, según la tradición, hizo manar aquí una fuente con solo tocar la tierra con su bastón. Construido al borde del pleno desierto, hoy está rodeado de jardines, en realidad una prolongación del parque Kirov. Es un edificio pequeño, modesto y desprovisto de toda ornamentación, tanto externa como interna. Tiene una cúpula exterior cónica típica del siglo XIII, de la escuela de Khoresm.

Está totalmente restaurado y hoy es un Museo del Agua, que explica básicamente los ambiciosos canales extraídos del río Amur Daria para el riego de los campos de algodón (ver el tema del Algodón en Uzbekistán, ya tratado en este mismo blog). Los uzbekos y los tayikos evitan en general la visita del museo y prefieren acercarse a la fuente de Job, de la que siguen bebiendo por sus legendarias propiedades curativas.

A escasos metros se levanta un edificio moderno y extraño que encontramos cerrado. Se trata del Memorial Al-Boukhari que rinde homenaje al personaje más famoso de Bujara, un célebre erudito musulmán sunita persa del siglo IX.

Justo al lado de esta plaza se encuentra el Mercado kolhoze de Bujara. Bazar blanco e inmaculado cuya portada tiene una columnata copiada de la mezquita a la que ahora nos estamos dirigiendo.

 La Mezquita Bolo Hauz




Cada vez estamos más cerca de la Fortaleza ó antigua ciudad vieja de Bujara. El guía nos cuenta cómo el Emir pasaba desde la fortaleza a esta mezquita de Bolo Hauz por un sendero cubierto de tapices – una auténtica “ alfombra roja” - para cumplir los preceptos del viernes. El conjunto comprende, además, el minarete y el gran estanque ó hauz.

Lo más impresionante de esta mezquita son las dos filas de columnas (20 en total) en madera labrada que sostienen la portada abierta para el verano: un “iwan” estival. Con una altura considerable, 12 metros, las columnas tienen capiteles de mocárabes ricamente labrados, que sostienen una techumbre también en madera – similar a los alfarjes mudéjares españoles- con dibujos geométricos y florales multicolores. El interior es tradicional y solo destaca el plafón central en dorado. La belleza está en el exterior y merece una contemplación pausada.

Un Minarete exento, del año 1917 y de pequeño porte, se yergue junto a la mezquita, y ambos se reflejan en el Hauz o gran alberca que completa el conjunto. El iwan ha sido cuidadosamente restaurado y es, quizás, el más grande, más alto y más bello de toda Asia Central. Por cierto que, durante años, esta mezquita fue utilizada por las autoridades soviéticas como un club para trabajadores.

Esta bella plaza era la favorita de los vecinos de Bujara en los días de gran calor. También proveía de agua a la ciudad, pues los Aguadores que llenaban allí sus odres de cuero, recorrían las calles y mercados de Bujara, vendiendo agua. Justamente al otro lado de esta plaza, los rusos construyeron una Torre para el agua, levantada en hierro (que recuerda vagamente el estilo Eiffel) y de gran altura que ahora, dotada de ascensor público, permite contemplar una panorámica aérea de la Fortaleza de Bujara.


La Fortaleza de L´Ark





Este recinto corresponde a la primitiva ciudad medieval, que rodeada por sus impresionantes murallas,albergaba todo lo necesario para la vida... del Emir de Bujara: palacio, harem, mezquita, administración, plazas, almacenes, tesoro, moneda, y el barrio de los esclavos. Llegó a tener en tiempos hasta 3000 habitantes. En 1920, los bolcheviques entraron en su palacio bajo la sospecha de ocultar un inmenso tesoro en oro y joyas, pero solo encontraron una ínfima parte, porque el grueso del tesoro ya se había transferido al extranjero. El último Emir de Bujara (descendiente directo de Gengis Khan) fue Muhammad Alim Khan que con 40 años – en 1920 – inició su exilio dorado en Afganistán hasta su muerte en 1944. En la foto adjunta vemos al Emir antes de su salida de Bujara.


Los muros de esta ciudadela de 800 metros de longitud tenían una altura entre 16 y 20 metros y hoy se ha restaurado 10 cubos de la muralla. La monumental entrada es de 1742, y tiene forma de rampa que se cierra con unas grandes puertas de madera, enmarcadas por un gran arco; todo ello protegido por dos bastiones unidos por medio de un balcón que, guarnecido con ventanas en forma de pórtico, era el lugar que ocupaba el cuerpo de guardia.


La rampa de acceso al portalón interior lleva hasta un gran pasillo en curva al que bordean hileras de pequeños comercios. Difícilmente el visitante puede librarse del asedio de los vendedores, que le avasallan con los géneros más variopintos: librillos, inciensos, bufandas, cerámicas ... llegan a tus manos mientras tratas de avanzar hacia la plaza interior de la ciudadela donde nos espera la mezquita y el guía. Este largo pasillo fue en tiempos parte de la cárcel y celdas, sobre todo para los esclavos, hasta su abolición en 1886.


La mezquita de la fortaleza está en restauración, para destinarla a usos museísticos, y solamente vimos la portada que tiene unas buenas columnas de madera en forma de champiñón. La visita continuó por la Sala del Trono, un gran recinto abierto en forma de gran iwan de tres lados donde tenían lugar la coronación sobre un trono de mármol de los nuevos imanes. Otras dependencias son un Museo regional y el Pabellón de Música. Todo el resto de la Fortaleza sigue en restauración en el momento de nuestra visita.

Al otro lado de la ciudadela se situaba el Zindan y el guía nos contó cosas muy truculentas que nos quitaron las ganas de visitarla. Fue lugar de refinadas torturas que se practicaban aún en pleno siglo XIX. Los prisioneros son hoy maniquís que teatralizan los sufrimientos de todo tipo y a cada cual más cruel. El peor, el Pozo Negro, de 6 metros de fondo y cerrado con hierros. Allí los cautivos, encadenados de pies, manos y cuello, recibían desde arriba su alimento una vez por semana, solo los viernes, que era el día de oración, limosna y caridad. No hubo tiempo de visitar el Zindan pero, solamente de oírlo, ya teníamos el corazón encogido.

Antes de regresar a comer a Liabi-Hauz , aún nos quedaba una deliciosa sorpresa.


La Medersa Chor Minor 



Chor Minor cuyo nombre significa cuatro minaretes, es una joya oculta. Pequeña, simétrica y bonita es, además, muy joven pues data de 1807, construida gracias al mecenazgo de un rico mercader turkmeno. Es una recóndita medersa fijada por los 4 minaretes que están coronados por unas pequeñas cúpulas de tono azul claro. Estas torrecillas, de solo 17 metros de altura, son meramente decorativas, pues sólo una de ellas tiene escalera de acceso a la primera planta, que es la sala de la cúpula central, donde existe una interesante biblioteca de libros antiguos. Un pequeño hauz adorna el entorno que tiene espacios adosados de la antigua madrasa. Según la tradición los cuatro minaretes de Chor Minor representarían a las cuatro grandes religiones monoteístas de Asia, además del Islam, el judaísmo, el cristianismo y el budismo.

Chor Minor está en una zona algo apartada del centro de Bujara, un pequeño barrio cuyo asfaltado es deplorable. Entre el laberinto de calles de aquel lugar, descubrimos un “hotel con encanto”, Mekhtar Ambar, que parecía bien mantenido y atractivo. No pudimos contrastarlo en su interior. 

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