domingo, 5 de agosto de 2012

Lima, ciudad de templos y santos

Lima y la Arquitectua religiosa


Después de conocer las bellezas de arquitectura civil que encierra el casco histórico de Lima, no se puede pasar por alto los magníficos monumentos religiosos que posee esta capital. Al margen de las  creencias de cada persona, el conocimiento de estas obras de arte forma parte del corpus de cada visita turística.

 Cada pueblo y cultura ha dedicado a Dios, a su Dios, lo mejor de su arte y por ello visitar iglesias, mezquitas, sinagogas  o templos de diversas creencias, enriquece el acervo cultural del turista y es muestra del respeto hacia los países que visitamos.  

 La conquista española trajo consigo la implantación y exaltación del catolicismo en el Nuevo Mundo, por lo que resulta  impresionante constatar  el nivel de arte y riqueza que se invirtió en edificios eclesiásticos. Por eso los Conventos, Iglesias y Santuarios de Lima completan un conjunto de inmenso valor que son de obligada visita. 

El Convento de Santo Domingo


Tras la fundación de Lima, Francisco de Pizarro encomendó al dominico Vicente de Valverde la misión de convertir al cristianismo al jefe Atahualpa que, como 13º Emperador Inca, vivía en Cajamarca. Imaginamos la sorpresa del gran jefe inca al recibir tal proposición y no menos la ingenua estrategia de Pizarro si llegó a pensar que tal propuesta iba a tener éxito. Ciertamente un Imperio no se rinde tan fácilmente y ya sabemos como terminó el pobre Atahualpa.

Interior de la iglesia del Convento de Santo Domingo. Foto de Jorge Segovia

Asimismo se concedió al dominico la prebenda de fundación del primer convento de la nueva ciudad: Santo Domingo. Situado cerca de la Casa de Aliaga, es la iglesia mas antigua de la ciudad y durante la colonia fue el principal foco cultural de Lima. De manera que allí nació la Universidad  Mayor de San Marcos, en 1551,  y allí se mantuvo hasta 1643.   

La portada y el exterior de su iglesia es de sencilla traza aunque con una buena torre barroca. Dentro destacan la sillería tallada del coro y el Retablo con tres Reliquias de santos limeños : Santa Rosa de Lima, cuya tumba está en un pequeño oratorio anejo; San Martín de Porres que fue portero del convento y primer santo de color, al que se conoce popularmente como “ Fray Escoba “; y San Juan Macías, dominico extremeño, evangelizador del Perú. 

Claustro del Convento de Santo Domingo, muy similar al de San Francisco. Foto de Julia GP

En su interior un gran Claustro rodea un patio ajardinado  de estilo sevillano con paredes enlosadas con ladrillos esmaltados en colores. El olor de las plantas y el aire apacible del lugar  nos traslada por un instante a la época colonial. Pero, sin duda lo mejor del convento es la Biblioteca, con soberbio artesonado, que alberga unos 12.000 volúmenes, entre ellos varios incunables. 

El Convento de San Francisco


Por el jirón Conde de Superunda se accede a la Plaza Mayor que ya conocemos. Cruzando frente al Palacio de Gobierno, tomamos Carabaya en dirección hacia el río, pasando por la Casa de la Republica;  siguiendo por el jirón Ancash nos topamos de frente con el impresionante Convento de San Francisco que domina la plaza del mismo nombre.  Es un gran complejo monástico – quizás el mayor de Sudamérica  -  y la primera nominación a Patrimonio de la Humanidad que recibió la ciudad de Lima en el año 1988. 

Exterior del Convento de San Francisco. Foto de Julia GP

Cerrado en 1950 por su mal estado, fue convenientemente restaurado  y hoy luce todo su esplendor. La fachada almohadillada, en forma de gran retablo y con dos torres, es casi lo único construido en piedra, pues la iglesia entera es de “quincha”,  entramado de barro y juncos resistente a los terremotos.  Quizás por ello el interior no es tan  espectacular  salvo por los elaborados dibujos  que adornan sus pilares y cúpulas. Fue en tiempos la iglesia preferida por el Virrey de España y su corte,  por lo que cuenta con  retablos, barrocos y neoclásicos, de gran valor. Albergaba  un famoso Tesoro que desapareció durante la guerra de Independencia en el siglo XIX.  El Coro con 130 asientos, es de cedro del s. XVIII. De gran devoción es la capilla de San Judas Tadeo, la primera nada mas entrar a la izquierda.

El precioso patio con enorme Claustro también con azulejos sevillanos de 1620, tiene dos pisos. En el superior, con pinturas murales de la misma época, están las celdas. El Refectorio, también con 130 asientos, está presidido por una “Sagrada Cena “de 1696  que nos depara una sorpresa. Jesucristo y los Apóstoles solo cenan productos peruanos; y entre ellos el “Cuy” o conejillo de Indias. Ese era su plato de carne y, hoy sigue siendo de consumo  habitual en Perú, sobretodo en zonas rurales donde se crían como si fueran pollos.      

El convento guarda una buena  Pinacoteca con abundantes cuadros de Zurbaran; además de la Sacristía y un Museo donde se pueden admirar pinturas con una clara influencia andina. En este lugar vivió el cuarto santo limeño: San Francisco Solano,  que según la tradición, salía a las calles tocando un rabel y con una cruz en la mano, e iba evangelizando a cuantos se acercaban a su alrededor para oír la música. Este franciscano cordobés era considerado como un “taumaturgo” por los milagros y cosas maravillosas que realizaba. La Biblioteca es otra joya de este conjunto conventual,  con unos 25.000 volúmenes y gemela, en estilo, a la de Santo Domingo.  

Biblioteca del Convento de Santo Domingo. Foto de Jorge Segovia

Por último citamos las Catacumbas que, paradójicamente, es “casi” lo más famoso de este lugar por su indudable interés “morboso”. Llamadas así por su parecido con las de Roma, se descubrieron en 1950 durante la restauración del conjunto; y enseguida se abrieron al público. Se visitan en turnos organizados que muestran una parte de esta cripta que fue cementerio hasta 1860 y donde yacen unos 70.000 cuerpos ya perfectamente clasificados y almacenados por partes corporales. En mi opinión, para “pasear” entre cráneos y tibias,  lo mejor es dejar en paz a los muertos.   

Otros Templos y Lugares interesantes  

   
Toda la anterior visita de ambos conventos, nos llevó una mañana y os la cuento tal cual la hicimos. Tras un refrigerio en un curioso café de la calle Unión, fuimos paseando y disfrutando del Casco Histórico como lo he contado en el anterior reportaje. Entre los balcones y palacios que ya he señalado, en Lima abundan las Iglesias. 

Portada de la Iglesia de San Pedro. Foto de JGP
En jirón Azangaro, esquina con Ucayali, a espaldas de la Biblioteca Nacional y cerca de Torre-Tagle, aparece un templo de portada renacentista que, no siendo catedral, tiene sin embargo tres puertas delanteras. Es San Pedro, una iglesia Jesuítica que fue la predilecta de la aristocracia limeña durante el siglo XVIII y alberga los sepulcros de varios Virreyes. Con una hermosa portada colonial del año 1636, no pudimos ver su interior por estar cerrada.

Tres cuadras hacia el Oeste, en una esquina de jirón Unión  con Miró Quesada, la iglesia de La Merced cautiva por su fachada de granito de Panamá del año 1615. El frente es tan hermoso que tiene ensimismado al prócer que, desde su pedestal, parece destinado para siempre a contemplarla. Se trata de una hermosa estatua en bronce con alto pedestal, del general Ramón Castilla que presidió Perú durante 12 años entre las fechas de 1845 y 1862. Se le honra como a un gran reformista en todas las parcelas del poder y, como el gobernante que concedió la “manumisión” a los esclavos negros peruanos en 1854.  A su espalda está el edificio central del Banco Interbank. 
Iglesia de la Merced y estatua de Ramón Castilla. Foto de JGP

Entre calles aparece un edificio estilo virreinal, elegante y clásico: el Teatro Segura de 1909; frente a él una estatua del gran poeta vanguardista peruano Cesar Vallejo. Allí comienza una zona que jamás habíamos visto en ciudad alguna: varias cuadras cuyos únicos comercios eran ¡ópticas!. Cientos de ellas, unas junto a las otras.  Todo peruano rural que llega a Lima las visita y vuelve abastecido para toda la familia. Y doy fe de que son “buenos vendedores” pues tratan de arrastrarte como sea hacia su tienda.

Bastante cerca, en jirón Ica con Camaná, se ubica la iglesia de  San Agustín y su gran fachada churrigueresca - casi gemela con la de La Merced -,decorada con columnas e imágenes interpuestas. Dos calles más abajo está San Marcelo, hermoso templo colonial en la Av. Emancipación. Y nos vamos acercando a la Avenida Tacna, en dirección Norte hacia el río. Aquí comenzaba la zona extramuros del casco urbano colonial y allí se ubican interesantes Santuarios limeños.

El Convento de las Nazarenas y el Cristo de los Milagros 


El Convento de las Nazarenas guarda el Cristo de los Milagros, patrón de la ciudad, con una larga historia que voy a resumir en lo posible. Se construyó el recinto  en Pachacamilla, barrio extramuros donde vivían esclavos negros de Angola é indios  pachacámac. Un esclavo pintó una imagen de Cristo en un muro de la primitiva iglesia. Los grandes terremotos de 1655, 1687 y 1746 no consiguieron derruir este muro, aunque si la iglesia entera. La gente lo consideró un milagro y comenzó a peregrinar al lugar sobre el que se edificó un nuevo templo en el siglo XVIII. 

Procesión del Cristo de los Milagros de Las Nazarenas


La adoración a este Cristo de los Milagros continúa siendo muy fuerte en Lima y da lugar cada mes de Octubre a una colorida manifestación religiosa. La Procesión de Las Nazarenas se celebra durante tres días completos y atrae a decenas de miles de devotos que, vestidos de color morado, siguen a un paso, con andas de 2.000 Kg. de plata, sobre el que descansa la sagrada imagen. Las devotas hacen penitencia y piden favores al Cristo, llevando un hábito morado durante un mes completo. Sin duda debe de ser un desfile  impresionante, que obviamente no pudimos contemplar.  



El Santuario de Santa Rosa de Lima 



Santuario de Santa Rosa de Lima. Foto de Jorge Segovia.



Por la misma acera, tres cuadras hacia el río, una iglesia roja y airosa, anuncia el santuario de Santa Rosa de Lima, la primera santa del Nuevo Mundo y su patrona.  En realidad se llamaba Isabel Flores de Oliva pero todos la llamaban Rosa por su gran belleza. Esto disgustaba a la joven, y hacía penitencias para ofrecer su sufrimiento a Dios. ¿Cómo? Pues de varias maneras: ayunaba casi siempre; dormía en un lecho de cristales rotos; ceñía su cintura con una cadena de hierro y sobre su cabeza portaba una corona metálica de espinas que tapaba con flores. Con todo ello, aún tenía fuerzas para ayudar a los pobres de Lima y apoyar a los indígenas. La iglesia roja y airosa se sitúa sobre la casa donde nació y vivió. Su tumba, ya lo hemos dicho,  está en el convento de Santo Domingo.


En este convento que ya conocemos, comparte la eternidad con San Martín de Porres, santo que nació justo en una gran casona enfrente de la de  Rosa y fue contemporáneo de ella. Hijo de un noble español de la Orden de Alcántara y de una esclava liberta de Panamá, en su Casa Natal, hoy sede de un centro educativo, se le venera en una pequeña capilla, alegre y sencilla,  como cuentan que  “Fray Escoba” lo fuera durante toda su vida.


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